¡Hola, gente! ¡Tanto tiempo! Bueno, comencemos por el principio.
Hace poco más de un año una persona me recomendó iniciar un podcast y me enseñó los tejes y manejes de este «oficio». Yo no sabía nada de lo que eran los podcasts: aprendí rápidamente e inclusive me volví asidua seguidora de algunos. Inicié mi propio podcast del modo más amateur: con mi teléfono, encerrada en el cuartito más silencioso de la casa y solo después de que mis hijos se durmieran.
Desde entonces, conseguí un buen micrófono y recibí, como un regalo, este sitio web. Grabé 47 episodios, buscando mantener una regularidad de un episodio por semana que, si bien no cumplí totalmente, en promedio mantuve una buena disciplina. Y me encantó: me encantó ponerme a reflexionar sobre cada tema y buscar la manera más restaurativa y genuina de abordarlo. Me gustó, en el cansancio y silencio de cada una de esas 47 noches, hablarle al micrófono y a la pared… y exponerme a que el ciberespacio recibiera mi voz.
No seguiré haciendo más podcasts. Estoy en un momento complicado de mi vida. Eso es bueno, significa que están ocurriendo cosas interesantes. Seguiré trabajando. Seguiré aprendiendo.
He decidido dar por terminado el proyecto del podcast. Al tener 47 episodios, mi vena obsesiva rechina los dientes: ¡tres más para la cincuentena! ¡Cómo dejarlo así! Pero la vida no siempre se manifiesta en números redondos. 47 fue lo que se dio y creo que está bien dejar fluir los cambios, aunque no siempre sean simétricos y redonditos. He pensado que postergar los finales (o resistirse a ellos) provoca más adefesios que aceptar las irregularidades naturales de la vida.
No renuncio del todo a este espacio. Espero poder seguir manteniendo este sitio web a modo de blog personal. Un espacio para reflexionar, restaurar y expresar, pero solo desde la palabra escrita. Después de todo y como ya mencioné, me fascina escribir y quizás para usted sea más bonito leerme con la voz que su cabeza elija para mí, ojalá con una buena taza de café.
Nos vemos.