Empiezo por decir que no sé. No sé qué causó directamente la violencia postpandemia en los centros educativos. Es una realidad ineludible: no estamos bien. La lista de posibles motivos es larga y quizás sea una mezcla de varios de ellos. Puedo especular sobre algunos, como el trauma colectivo no resuelto por el COVID, la creciente desigualdad, los sistemas nerviosos hiper estimulados por dispositivos móviles, las enormes limitaciones parentales que enfrentamos las personas adultas que maternamos y paternamos en este siglo amorfo, la constante tensión que dificulta las buenas relaciones entre centros educativos y familias, la violencia sistémica, la educación en crisis, la juventud desesperanzada ante las crisis sociales y climáticas, el aislamiento afectivo de nuestra sociedad individualista, la cultura punitiva y un largo etcétera.
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