Atestiguar Compasivamente. Parte 3.

«Esta es una era mediática e interconectada sin precedentes. Es como si todos y todas fuéramos espectadores. No. No somos espectadores. Somos testigos. Eso conlleva un compromiso. Atestiguar compasivamente no implica únicamente abstenernos de los vicios que conlleva la era tecnológica del nuevo milenio. Implica una acción comprometida, transformadora, no violenta pero sí valiente y coherente.»

Durante las últimas dos semanas, quise dedicarme a hablar sobre el concepto de «Atestiguar Compasivamente»: esta decisión de observar y actuar sobre nuestra realidad para transformar y no exacerbar la violencia. Había pensado en hacerlo en tres partes: la primera sobre la relación compasiva con uno mismo (que no, no es lo mismo que la autocompasión). Segundo, la escucha activa, el atestiguar compasivamente sin resolverle los problemas a las personas (que no, no es pasividad). Hoy quería hablar sobre cómo hacemos esto desde nuestra participación cívica y comunitaria. Cómo observamos la violencia y nos hacemos partícipes como ciudadanos, pero sin incurrir en violencia nosotros mismos. Creo que más que una afirmación, es una pregunta.

Y entonces el fin de semana pasado trascendió lo que se está viviendo en Nicaragua. Mi mamá es de Estelí. Hemos pasado al pendiente de las noticias y muy consternadas.

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«Que no, que no es pasividad.» Parte 2.

Según Kaethe Weingarten (2003), al acercarnos a alguien y atestiguar su historia, debemos hacernos presentes. Física, mental y emocionalmente presentes. Estar en el ahí y el ahora, aún si es una conexión breve. Vivimos en el mundo de las distracciones insaciables y amabilidades falsas.

 

La semana pasada el tema fue la compasión a uno mismo -que no, que no es autocompasión-. Es la base para atestiguar compasivamente, el «compassionate witnessing», a partir del cual nos volvemos conscientes y empoderados sobre nuestra realidad para transformar la violencia sin exacerbarla. Atestiguar compasivamente. ¿Cómo se aplica a la escucha? ¿A la escucha de la otra persona que nos cuenta su situación? No sé a ustedes, pero cuando oí algo así me sonó como a pasividad. Me sonó a observar sin meterse. Y eso, al menos a mí, no me sonó nada bien.

Quizás me gana la impulsividad. O quizás sigo tratando de sacudirme esta noción de que las personas que trabajamos con personas debemos ser los protagonistas de las soluciones. O al menos el cerebro de la operación en lo que a soluciones se refiere.

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«Que no, que no es auto compasión.» Parte 1.

 

La compasión a uno mismo no es lo mismo que la auto-compasión. Y es el primer paso para transformar la violencia. En tres partes, me gustaría hablar sobre lo que Kaethe Weingarten (2003) llama en inglés «compassionate witnessing» y que me he atrevido a traducir como «atestiguar compasivamente»; ella lo define como esa decisión activa de darnos cuenta y de tomar conciencia de lo que pasa para actuar con respecto a lo que observamos, de forma que transformemos y no exacerbemos la violencia.

En esta primera parte quisiera referirme más bien a la importancia de la compasión a uno mismo. No, no es auto-compasión, no es ley del pobrecito, no es carta abierta a la mediocridad.

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