«Que no, que no es pasividad.» Parte 2.

Según Kaethe Weingarten (2003), al acercarnos a alguien y atestiguar su historia, debemos hacernos presentes. Física, mental y emocionalmente presentes. Estar en el ahí y el ahora, aún si es una conexión breve. Vivimos en el mundo de las distracciones insaciables y amabilidades falsas.

 

La semana pasada el tema fue la compasión a uno mismo -que no, que no es autocompasión-. Es la base para atestiguar compasivamente, el «compassionate witnessing», a partir del cual nos volvemos conscientes y empoderados sobre nuestra realidad para transformar la violencia sin exacerbarla. Atestiguar compasivamente. ¿Cómo se aplica a la escucha? ¿A la escucha de la otra persona que nos cuenta su situación? No sé a ustedes, pero cuando oí algo así me sonó como a pasividad. Me sonó a observar sin meterse. Y eso, al menos a mí, no me sonó nada bien.

Quizás me gana la impulsividad. O quizás sigo tratando de sacudirme esta noción de que las personas que trabajamos con personas debemos ser los protagonistas de las soluciones. O al menos el cerebro de la operación en lo que a soluciones se refiere.

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«Que no, que no es auto compasión.» Parte 1.

 

La compasión a uno mismo no es lo mismo que la auto-compasión. Y es el primer paso para transformar la violencia. En tres partes, me gustaría hablar sobre lo que Kaethe Weingarten (2003) llama en inglés «compassionate witnessing» y que me he atrevido a traducir como «atestiguar compasivamente»; ella lo define como esa decisión activa de darnos cuenta y de tomar conciencia de lo que pasa para actuar con respecto a lo que observamos, de forma que transformemos y no exacerbemos la violencia.

En esta primera parte quisiera referirme más bien a la importancia de la compasión a uno mismo. No, no es auto-compasión, no es ley del pobrecito, no es carta abierta a la mediocridad.

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Sobre paranoias, defensas propias y democracia

Muchas personas amanecerán el próximo lunes sintiéndose -o sintiéndonos- perdidas y desconcertadas. Y las heridas quedarán abiertas y profundas para todos. Pero haríamos muy mal si, además de eso, perdemos también la democracia.

Es un villano muy extraño, este Grenouille de la novela El Perfume. Interesante que logra sacar al villano que tenemos dentro. Este volátil fin de década me recuerda la descripción de los habitantes de Grasse, después de que, expuestos al perfume de Grenouille, se entregaran sin pudor a sus pasiones en plena plaza de Cours como un colectivo ebrio de sus instintos más primitivos. Una vez pasado el efecto, vuelven a la normalidad y tratan de retomar sus vidas, cerrando los ojos, en la medida de lo posible, a lo acontecido. Pero muy en el fondo, todos saben. Se vieron por lo que realmente son. Y aunque no lo digan, todos recuerdan.

La campaña electoral de Costa Rica está por terminar. Es difícil hacer un podcast sin posicionarme a favor y en contra de algún candidato. Algunos podrán decir que una quiere quedarle bien a Dios y al diablo (cuál es el diablo, depende de a quién se le pregunte, pero quién sea, lo verá igualmente terrible y demoníaco, así de polarizados estamos). Debo decir, sin embargo,

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