«Esperanza»

En Costa Rica se acaloran las discusiones y hay quienes hablan de un «golpe de estado suave» (soft coup), alimentado en parte por la incapacidad del gobierno para la negociación y el diálogo. El tema de diálogo intercomunitario e intersectorial me apasiona, así como la cultura de paz puesta en práctica como un activismo de resistencia a la inercia. No he comentado nada en facebook. Sospecho que el hecho de que el riesgo a la institucionalidad democrática esté explícitamente sobre la mesa y ciertos actores poderosos estén perdiendo credibilidad, significa que el poder se está moviendo en otros lugares más silenciosos. No quiero decir que no hay un riesgo real a la institucionalidad democrática: considero que lo hay y muy presente.

Siento que los intentos de diálogo han sido mediocres pero que hacemos mucho daño al censurar esos intentos y sabotear la iniciativa. Me parece que el diálogo es el resultado de una serie de procesos sostenibles, comunitarios y solidarios que no se han dado. No son pocas las instancias y personas en el país que saben facilitar estos procesos: reunir a personas con agendas diferentes y objetivos diferentes en una misma mesa es un proceso necesario para una sociedad sana y también es una situación volátil que requiere responsabilidad, estructura, experiencia y un compromiso relacional por un trato digno entre todas las partes y por el bien común. Pero aquí estamos, en medio de una situación radiactiva y sin protección.

Hoy fue sábado. Cierre de una semana difícil: problemas en el trabajo, saturación de reuniones virtuales, complicaciones laborales (y que sospecho profundamente que tienen una raíz de discriminación por género). Mis hijos faltaron a varias de sus tareas de la escuela virtual. Esta semana no di abasto. Hoy fue sábado y la casa está sucia. Entre eso, las elecciones de Estados Unidos, la misoginia institucionalizada en la nota de hoy del Semanario Universidad, esta semana con ACB en su nominación a la Corte Suprema de Estados Unidos, el desfinanciamiento de cultura en mi país… como dice el meme, «mae, ya». Me siento desinflada.

De pronto se siente como si la resistencia a estas fuerzas deshumanizantes no fuera para alcanzar un objetivo, sino solo para que varias personas unidas podamos no sucumbir siendo fieles a nuestra conciencia. De pronto siento la certeza terrible de que el patriarcado no va a caer, sino que solo podremos irle construyendo nuevas estructuras encima para, quizás, lograrlo fosilizar en algunas partes y solo para algunas personas, únicamente con el pasar de varias generaciones de trabajo intencional y dedicado.

Y sí, de pronto hay esperanza. Pero no tanta. ¡Cómo hace falta un buen círculo para escucharnos y construir algo interesante! La esperanza real, esa que no es ilusoria y medio tóxica, solo existe en la organización colectiva, reflexiva, inclusiva y orientada al bien común.

Lo que pasa es que estamos en cuarentena y no hay mucho tiempo para reflexionar cuando la energía apenas alcanza para preparar la cena.