Fui a la Marcha por el Estado Laico

(Foto de Diana Méndez).

Sip, fui a la marcha de hoy. Creo que el estado debería ser laico, es decir, no confesional. El Papa Francisco ha insistido en que los estados confesionales terminan mal y yo le creo.

Mis padres son católicos practicantes, muchos de mis amigos y amigas son católicos o evangélicos comprometidos. Creo que la vida espiritual de cada persona es sagrada y le guardo un profundo respeto. Igualmente, considero que la religión debe apartarse de las decisiones estatales que competen a ciudadanos o ciudadanas que pueden ser o no católicos. Creo que decisiones ciudadanas deben tomarse basadas en insumos ciudadanos y no religiosos, como las de ofrecer educación sexual a niños, niñas y adolescentes; poner a disposición de la población métodos anticonceptivos seguros desde el seguro social o determinar que una pareja homosexual tenga acceso al matrimonio civil. Pueden haber objeciones civiles, lo cual me parece válido y razonable. Pero desde lo religioso, cada persona tiene la responsabilidad de ser integra con respecto a su propia conciencia, sin interferir con la forma en la que el estado decide para toda la ciudadanía (católica y no católica).

Sí, fui a la marcha de hoy……Me encontré con Julieta Dobles, escritora a quien admiro mucho y quien tuvo un rol de liderazgo ofreciendo palabras inspiradoras para quienes estábamos ahí en diferentes momentos del evento.

(Foto de Diana Méndez).

Fui con mi hermano, mi cuñada y una amiga de ellos. Tomamos muchas fotos. La gran mayoría de las personas eran muy jóvenes, estaban alegres e iban con una actitud positiva. Había música, tambores, pancartas de todo tipo. Fue un panorama muy hermoso.

¿Disfraces groseros?

La marcha se caracterizó por gente vestida con colores alegres y muchas banderas de arcoiris. A mí, que me gusta la fotografía, me pareció una oportunidad exquisita para deleitar la mirada y hacer algunas tomas muy bonitas.

Ahora bien, había un hombre disfrazado de sacerdote con una máscara sexual. Este hombre con ese disfraz tan gráfico, el cual aludía a abusos sexuales por parte de sacerdotes, me hizo sentir un poco incómoda. Traté de reflexionar sobre mi incomodidad: ¿qué es lo que me molesta? ¿me molesta que transmita su mensaje de forma tan directa? ¿me parece irrespetuoso que lo haga así? ¿o me molesta el mensaje mismo? ¿lo considero falso? Debo reconocer que yo siento una fuerte indignación con respecto a abusos sexuales perpetrados por sacerdotes. He atendido en terapia a jóvenes que fueron abusados por sus respectivos párrocos y son situaciones sumamente dolorosas. No sé si el «disfraz protesta» de ese hombre le hacía justicia a la gravedad de la situación, convirtiéndola en humor negro. ¿O será mi incomodidad la que no le hace justicia a la gravedad de este tema? Lo que sí es cierto, es que ese disfraz tan feo me puso a reflexionar. Supongo que ese era el objetivo.

El aborto fue un tema importante

Se proclamaron mensajes contundentes a favor del aborto. Eso también, personalmente, me generó inquietud. Yo creo en la importancia de defender a los niños y niñas no nacidos, en tanto hagamos el mismo esfuerzo por generar un ambiente seguro para las niñas y adolescentes. Eso incluye educación, protección y disponibilidad de métodos anticonceptivos seguros. Es que los temas de protección de bebés, niños, niñas y adolescentes deben contemplarse en toda su dimensión.

El tono y abordaje del tema en la marcha fue valiente y honesto. Que yo no esté de acuerdo con todo es un tema aparte. Creo que hablar del tema en nuestro contexto costarricense es muy valiente y de cara al futuro, debemos encontrar la manera de abordar esta conversación con sabiduría. El tema no va a desaparecer y no ofrece soluciones sencillas.

Se habló de humanidad y (pero) se manifestaron amenazas

Así, en contraste. Con valentía, humildad y sensibilidad, muchas personas hablaron de la importancia de vivir en un país pluricultural donde todos tengamos los mismos derechos. Se manifestó que no se estaba en contra de ninguna religión, sino a favor de un estado laico que ampare a todas las religiones por igual, así como a las personas que no profesan religión alguna. Lucy, una persona «trans» leyó un poderoso poema en el que habló de libertad y justicia. Para mí, ese fue uno de los puntos altos de la marcha.

Pero también personas tomaron el micrófono para insultar y reclamar a la Iglesia Católica. Algunos instaban a canturrear consignas de que irían a quemar la Conferencia Episcopal. Mi hermano me explicó que esa cancioncilla se ha usado en manifestaciones anteriores.

Me recorrió un escalofrío. Mi hermano vio la gravedad de mi rostro. «Nadie va a hacer eso», me dijo él. «Yo sé que no.», contesté. Suspiré un poco frustrada: «Supongo que es lo que cantan en estas marchas. Pero una amenaza de vandalismo está muy mal». Él me dijo que estaba completamente de acuerdo conmigo. Quise buscar a quienes estaban al micrófono para decirles eso. Mi hermano me detuvo: «me parece muy bien que les digás, pero no ahora que están al calor del asunto. Te van a caer todos encima.»

Avanzamos un poco más y la cantidad de gente (¿cuántos seríamos? ¿un par de miles de personas?) me hizo desistir de mi intención. «Esos comentarios no me representan», les dije a los miembros de mi familia. «A nosotros tampoco», contestó mi hermano. «Mirá a tu alrededor», continuó, «la gente alrededor no le hacen caso. La gente no está en esa actitud.»

Pensé en la reflexión que compartí ayer sobre Los peligros de las identidades políticas. Éramos una marcha en representación de una minoría indignada por la represión de sus derechos. Un grupo de personas enojadas. No obstante, me pareció muy peligroso que esta colectividad nos absorbiera al punto de justificar la violencia.

Ahora bien, comprendo lo injusto de exigir diplomacia a grupos que han sufrido discriminación a lo largo de la historia. Que quede claro: el respeto a veces no puede pedirse amablemente, a veces el respeto debe exigirse. Y está muy mal decirle a personas que se han visto invisibilizadas o violentadas: «manifiéstense, pidan lo suyo, pero solo de manera amable y agradable. Solo se vale si nos caen bien y nos gusta oírlos.» Eso me parece muy injusto. Hay un lugar para el enojo válido. Creo que está bien manifestar la indignación. Claro, sin violencia. Nada justifica la violencia y la violencia solo genera violencia. Las expresiones que aludían al vandalismo, a la venganza o a la supresión de una religión no me representan. Las rechazo categóricamente.

Valentía

Por la noche, un amigo me envió un mensaje: «te vi en las noticias». Yo lo suponía. Mi cuñada es una mujer muy hermosa y se había colocado unos banderines en su cabello que se veían muy bien. Vi la cámara del noticiero que la siguió y yo… pues yo estaba a la par. Sentí inseguridad al pensar que mi participación se volvería muy pública entre mis conocidos. Sí, ya sé que fue una sensación un poco tonta: creo en la causa y no estaría allí si no estuviera dispuesta a dar la cara por la marcha.

Pero al mismo tiempo… el ambiente ideológico está tan polarizado que sentí un poco de miedo de que las personas que amo y que se colocan en el otro extremo de este debate ideológico sintieran que mi participación es… contra ellos. No lo es. Tristemente, ese es el resultado de la polarización: una guerra civil ideológica. Un «o estás conmigo o estás en mi contra». Me sacudí la inseguridad: está bien hablar sobre el estado laico. Está bien visibilizar que la influencia religiosa sobre los procesos electorales democráticos es algo negativo. Y está bien tener opiniones contrarias con personas que una ama y respeta. Nos debemos a nosotros mismos construir relaciones lo suficientemente fuertes y sanas que puedan resistir la diferencia de criterios.

Un amigo mío cristiano me comentaba que ser político y defender posturas pro vida es muy valiente. No lo niego. Pero pongámoslo en perspectiva. Posicionarse como representante de la población cristiana y defender derechos pro vida en la actualidad acarreará detractores, por supuesto, pero también muchísimos adeptos, en un país en el que los adeptos serán además una vasta mayoría estadística. Por otro lado, ser un cristiano -como Milton Rosales, con la situación del video que comenté aquí-, que defiende a la comunidad LGBTI… eso sí es de valientes, porque acarrea muchísimo rechazo e impopularidad. Requiere integridad defender lo impopular para el propio grupo.

Creo que la anterior marcha por la vida y por la familia fue una multitudinaria oportunidad para que las personas celebraran su fe. Claramente, fue muchísimo más grande que la marcha de hoy. ¡Las parroquias del país suspendieron sus misas para que las personas asistieran! Tiene todo el sentido: la marcha de hoy, por su lado, trata de dar voz a una minoría vulnerable del país, sin el respaldo de ninguna gran institución. Es natural que los números fueran menores.

En la marcha por la vida, candidatos a la presidencia se pavonearon buscando apoyo de las mayorías. Muchos hablaron en contra de las guías de educación sexual y a favor de un único modelo de familia como el ideal. Se vistieron de blanco y, por lo que cuentan, fue una celebración alegre y pacífica. En esta otra marcha por el estado laico, había una gran mayoría de personas muy jóvenes. Impulsivos, apasionados, vestidos de formas muy diferentes y poco tradicionales. Poblaciones que han sido víctimas de violencia sexual y de discriminación. Personas que expresan su frustración ante una sociedad que los considera la imagen de la transgresión y del irrespeto.

Yo me pregunto a cuál de las dos marchas habría ido Jesús.